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viernes, 23 de octubre de 2009

Abortos en malas condiciones matan a 70.000 mujeres al año

"Las restricciones legales no impiden el aborto, sólo hacen que el procedimiento sea peligroso. Demasiadas mujeres están mutiladas o mueren al año porque carecen de un acceso legal al aborto".
 


Pese a un acceso más sencillo al aborto ya que se han relajado las restricciones en muchos países, el número de abortos cayó desde una cifra estimada de 45,5 millones en 1995 a 41,6 millones en 2003, según un informe del Instituto Guttmacher, con sede en Estados Unidos.


Pero el estudio halló un inflexible alto número -casi 20 millones - de abortos en malas condiciones, la mayoría en países pobres y a menudo practicados por las propias mujeres con fármacos inapropiados o pociones de hierbas, o por curanderos tradicionales sin formación.


Es significativo y trágico que mientras que la tasa global de aborto está en declive, los abortos inseguros no se han reducido.

Las cifras no mienten,  este tipo de prácticas se dan sobre todo en Latinoamérica y África, dos zonas geográficas en las que la ley es especialmente dura en este sentido y que, en algunos casos, no permite el aborto ni siquiera para salvar la vida de la madre.

Este es el caso de El Salvador y Nicaragua, dos de los tres únicos países del mundo que durante los últimos 15 años han endurecido la legislación sobre el aborto hasta prohibirlo bajo cualquier circunstancia.

El tercer país en cuestión es Polonia, que en 1997 reforzó la ley del aborto y permite la interrupción del embarazo con condiciones (malformación del feto, violación y riesgo para la madre), un recurso muy extendido en los países desarrollados, a medio camino entre la prohibición absoluta y su total liberalización.

Por todo esto, legisladores, servicios sociales y sanitarios, empresas farmacéuticas y educadores deben poner su grano de arena en un delicado asunto que amenaza la vida y la libertad sexual de millones de mujeres cada año. 

Leer también:


"Abortos inseguros cuestan millones de dólares al año para el desarrollo del mundo".




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viernes, 16 de octubre de 2009

“La izquierda sale a la calle para ampliar derechos mientras la derecha lo hace para recortarlos”

Entrevista a la diputada socialista Carmen Montón. “Rebeldía es no tener miedo a decir lo que piensas y hacer lo que tú crees, aun a riesgo de resultar incómoda”


De pronto, sonó el teléfono. Carmen Montón estaba comiendo cerca del Congreso con su amiga Mar Correcher y con algunas diputadas. Disfrutaba del primer momento de relajo después de una sesión de vértigo, histórica, la del día en que defendió ante la Cámara la aprobación de la ley del matrimonio gay. Al aparato, José Luis Rodríguez Zapatero: “Te has escapado, yo quería felicitarte en persona”. Carmen Montón se puso roja. Es una mujer discreta a la que el halago le produce un cierto rubor. “Enhorabuena”, le dijo el presidente, “hoy hemos hecho de este país un país mejor”. La defensa que la diputada por Valencia hizo de la ley, ese “la izquierda sale a la calle para ampliar derechos mientras la derecha lo hace para recortarlos” que pronunció y que dibujó sonrisas en Zapatero y De la Vega, esos rostros emocionados en el palco de invitados, ese paso que puso a España en la vanguardia; todo eso situó a Carmen Montón en el mapa político. Luego vinieron los derechos de los transexuales, las células madre y, ahora, la nueva ley del aborto.

A sus 33 años, Carmen Montón ha demostrado que no le asusta meterse en charcos. Admiradores no le faltan. “El correo electrónico del Congreso lo tengo completamente inservible desde que llevé el tema del matrimonio homosexual”, cuenta, resignada. Sus fans le dedican todo tipo de lindezas: “Me mandan mails llamándome asesina”. La defensa de la nueva ley del aborto le pasa factura: “Me escribe gente muy radical, bien organizada”, explica, “todos mandan el mismo mensaje y algunos introducen variantes para ser más originales con el insulto”.

Por supuesto, su actividad también genera momentos felices. Nunca olvidará a aquel gay que, en el día de la aprobación de la ley, se le abrazó, le dio las gracias y le dijo: “Mi pareja murió de sida, qué lástima que no haya podido vivir esto”. Son los momentos en que Carmen se plantea por qué algunas leyes siempre llegan tarde para algunos.

La defensora de los avances más rompedores es cauta, tímida. Detrás de ese aura recatada hay una mujer firme, con las ideas muy claras: cuando quiere algo, no para hasta que lo consigue. “No es tímida, sino prudente”, matiza José Bono, presidente del Congreso, que la conoce bien. “Juventud, inteligencia y prudencia son una mezcla que puede producir el efecto de una timidez, pero no, no es su caso. Su prudencia es más que positiva, no va a unida a la cobardía, ella tiene acreditado el valor”. La ex ministra Carmen Calvo, su cicerone en el Congreso de los Diputados, lo tiene claro: “Un político necesita tener ideas propias, poderío personal, lo que yo llamo fondo de armario”, dice, “y ella lo tiene; un político debe saber cuándo ser discreto; a mí no me gusta nada la gente joven que va de sobradilla”.

Su vocación política le viene por vía genética. Su padre, maestro de historia y geografía, fue concejal del Ayuntamiento de Burjassot (Valencia), el lugar donde ella nació, el lugar donde vive de viernes a lunes -de martes a jueves, habita en un piso de 53 metros cuadrados cercano al Congreso-. Montón ingresó en las Juventudes Socialistas a los 16 años y fue involucrándose poco a poco. “Lo mío no fue un: ‘Mamá, quiero ser concejala”, cuenta entre risas. Siguiendo los pasos paternos, a los 23 años empezó como concejala en Burjassot.

Su acceso a la primera línea se gestó en los pasillos de la Universidad de Alicante, en una fría noche de septiembre de 2000, cuando se decidía la composición de la nueva ejecutiva del PSPV. No olvida esa noche: se quedó sin batería en el móvil, tuvo que tomar decisiones sin poder consultar con nadie, apenas durmió. “Yo iba a un Congreso, pero no con la idea de acabar subida a un escenario cantando La Internacional puño en alto”. Se incorporó como secretaria de política social en el equipo de Joan Ignasi Plà y se convirtió en su ojito derecho. En 2004 se presentaba a diputada por Valencia.

Carmen Montón tiene pendiente la asignatura de pediatría para acabar sus estudios de Medicina. No bebe, no fuma. “Es demasiado sana”, dice su amiga Mar Correcher, funcionaria, “es de las que mira todo lo que come y te agobia con lo que estás comiendo tú”, dice entre risas, tras destacar la tenacidad y la constancia de su amiga. Montón se lamenta: “Siempre que no bebes tienes que explicar por qué no bebes. Más bien tendría que explicarse el que a las seis de la tarde lleva un cubata en la mano”. A su marido, Alberto -hijo de Loli, la ex secretaria de José Bono-, lo conoció hace diez años en una cata de vinos. Ella disimulaba, olía los caldos, pero no se tragaba el vino. “Disimulaba para no parecer una marciana”.

Un compañero de filas le achaca una cierta falta de genio y un exceso de corrección. “Soy rebelde en todo lo que hago”, dice ella. “Rebeldía es no tener miedo a decir lo que piensas y hacer las cosas como tú crees, aun a riesgo de resultar incómoda. Ser adolescente y no fumar, no beber, acentúa la rebeldía”. El mensaje del preservativo enviado por el Papa le parece escandaloso: “Hacer apología de que no se use el preservativo me parece una barbaridad, me parece irresponsable, perverso”. Sobre las tramas de corrupción que sobrevuelan su comunidad autónoma es clara: “La cuestión del traje de Camps parece algo muy frívolo, pero quizá sea la punta del iceberg de una falsificación de facturas, de un intercambio de favores… Demuestra la forma que tienen de hacer política, parece que todo es tuyo, que todo vale, que cojo lo que quiero y soy impune”.

Montón ha visto cómo esta semana el Consejo de Ministros aprobaba la nueva ley del aborto por la que ella lleva meses luchando desde la Comisión de Igualdad, donde desempeña el papel de portavoz del PSOE. Lleva meses luchando para que el aborto deje de ser delito, para que salga del Código Penal, para que en España haya una ley de plazos como en Turquía, Letonia o Lituania. “Con el aborto hay mucha hipocresía. Es insólito que la Iglesia convoque manifestaciones. La jerarquía de la Iglesia y el PP van a las manifestaciones cogidos de la mano”. Carmen Calvo confiesa que en la tramitación de la ley, ambas están teniendo que tirar de capacidad de aguante. “Como le digo yo a ella”, dice Calvo, “esto lo vamos a hacer con dos tacones, que rima con lo otro”.

Carmen Montón tiene un blog que se llama Mujeres en rojo. “Si ser roja es ser socialista, ser progresista, sí que me considero roja. Es una nomenclatura romántica, me gusta”. Cuando tenía poco más de un año, sus padres le llevaron a una tienda de zapatos, le enseñaron varios pares y ella señaló unos de color rojo. “Si algo me gustaba, lo hacía saber”, explica. Su padre le escribió un poema que empezaba así: “No te quites, niña, tus zapatos nuevos; corre que te vea, pedazo de cielo”.

JOSEBA ELOLA - EL PAÍS -


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miércoles, 19 de agosto de 2009

Algo no dicho sobre el aborto


Nuestras sociedades -avanzadas- protegen al niño que va a nacer en función de sus cualidades físicas y psíquicas. En España se abortan unos 3500 fetos al año "porque se les encontró algún problema"; en la actualidad más del 90% de las parejas españolas (y de la mayoría de Europa) que saben que su hijo padece síndrome de Down, optan por abortarlo. En muchos sitios se les aborta por problemas aún menores; apoyamos la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidades, pero no protegemos su derecho más básico como es el derecho a la vida.

Supongamos que se les está librando de una vida de sufrimiento. Pero con la nueva ley se podrían ver casos como el de provocar un aborto sencillamente porque no es del sexo que se deseaba o porque sus ojos no son azules. Ya hay estudios que detectan la transexualidad, así que también se podría convertir en una "buena causa" para abortar; será que en el futuro se podrían estar abortando a los homosexuales y transexuales? (no hablo sólo de países islámicos radicales).

Pues eso, que odio todas las posiciones de la derecha al respecto, que se han dado pasos de gigante, pero creo que se está fallando tremendamente en cuanto a la educación, y no sólo en España sino en el mundo, pues 42 millones de abortos al año implican que algo no se está haciendo bien. Así como los problemas de tráfico deberían resolverse con educación vial más que con las multas recaudadoras, los problemas del aborto tendrían que enfocarse desde un punto de vista educativo, preventivo.

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