La permanente incertidumbre, el miedo que nos han inoculado desde el mismo vientre materno, la descarada manipulación a que somos día a día sometidos, la desconfianza en los modelos institucionales, la angustia que desayunamos, comemos y cenamos con avidez en nuestras casas, son las pruebas contundentes de la distopía en la que vivimos y de la que no queremos apartarnos. Esta distopía tiene unos principios esenciales que están interrelacionados:
- Maximización del poder en todos los niveles (económico, político, etc.)
- Uniformidad de los productos para consumidores similares y diferentes.
- Centralización de la productividad: máxima producción a un menor coste y en un menor tiempo.
- Concentración poblacional, producto de la urbanización de la sociedad.
Este es el funcionamiento paradigmático de toda cultura en la actualidad, desde el siglo XX. Lo tienen muy claro quienes se enriquecen más y más cada día, y sin embargo el común de la gente ignora que es un simple objeto llevado de un lado a otro por los vaivenes del sistema. Un sistema que usa a su antojo los medios de comunicación social, unos medios que inciden sobre la conciencia individual y sobre la conciencia social. La publicidad ocupa un lugar preponderante en este orden establecido, pero no es la única herramienta, las fiestas populares, los deportes de masas y la ignorancia generalizada son el caballo de batalla de los maestros de la distopía, aunque hoy día, los mayores éxitos los cosechan mediante los títeres ubicados en los principales puestos de gobierno del mundo, marionetas que formulan y aplican leyes injustas como si de un simple juego de niños se tratara.
Ante la distopía han florecido por doquier las utopías, pero su mismo nombre les aleja de la realidad y su etéreo sentido provoca las risas de los distópicos, cuyo poder crece con los años. Nos pasa igual que a las mujeres que -por andar toda la vida buscando al hombre perfecto- al final se quedan solas; vamos como locos llenando los muros de nuestras redes sociales con mensajes abstractos de utopías y sueños inalcanzables a la par que criticamos las acciones de los distópicos, pero en definitiva nos movemos en un plano elevado varios metros del suelo, en parte tratando de escapar de la realidad, y en parte tratando de excusar nuestra falta de compromiso. Ante la distopía y la utopía, podríamos poner nuestro granito de arena para que nuestros hijos puedan algún día ver que todo lo que no brilla puede ser llegar a ser valioso, y dejen de mirar a las cosas brillantes que a nosotros nos han encandilado o peor aún, por completo nos han cegado.
5 comentarios:
Las utopías no dejan de ser horizontes lejanos inalcanzables, pero que te muestran un camino a seguir para que un día se lleguen a alcanzar.
Saludos y un abrazo.
Ante un bello concepto, siempre tendremos aquellos que inventan su antónimo. No puede existir el bien sin el mal, la vida sin la muerte, el amor sin el desamor, la utopía sin la distopía ..... es la eterna dualidad de la vida, el ser o no ser.
Un abrazo.
La utopía no siempre es inalcanzable. Algunas cuestiones que se veían como utópicas hace décadas hoy son una realidad. Además juegan un papel importante. Las utopías son un punto al final de camino, pero el hecho de recorrer ese camino ya vale la pena en muchos casos.
Sin utopías, caeríamos irremediablemente en manos de los poderosos.
Salud y República
Pues yo si creo que ya estamos en manos de los poderosos, hacen lo que quieren con nosotros.
No se, ultimamente, no veo la luz al final del tunel.
Saludos.
Te recomiendo este interesante articulo.
Siempre es un placer leerte
Un abrazo
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