"Muchas veces, a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto, me he equivocado. Aún así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias".
Esto a propósito de afirmar que el dólar perdería su poder y el liderazdo de USA se vería combatido por una China cada vez más fuerte. "Los sistemas de mercado no regulados tarde o temprano se suicidan", cuánta verdad en ello. Para mi, un maestro, para Kenneth Arrow, Paul A. Samuelson ha sido el mejor economista de la historia y ha muerto el pasado domingo.
La izquierda lo ha atacado, pero la derecha se cebó en él por sus ataques inmisericordes a Milton Friedman y Friedrich Hayek, los padres del neoliberalismo, a los que consideraba culpables de lo que ha ocurrido en el planeta en los últimos años. En un artículo titulado Adiós al capitalismo de Friedman y Hayek , publicado en el último trimestre del año pasado, cuando todo parecía posible, escribió: "En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Esta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados continúan".
Más que un economista considero que ha sido un sabio, por algo sus libros han sido traducidos en más de cuarenta idiomas y todos los estudiantes del mundo hemos leído sus textos; ha sido el padre de la teoría financiera moderna, de la teoría de los bienes públicos, de la Economía del Bienestar, de la teoría de la preferencia revelada y de varios modelos y teoremas de comercio internacional. Obtuvo un premio nobel muy merecido, no como su compatriota.
Así que cuando nos preguntamos dónde estaban los expertos a la hora de predecir una crisis económica como la que vivimos actualmente, nos damos cuenta de que estaban a nuestro lado pero no les hemos hecho caso, ni nuestros gobernantes, ni nuestra pequeña economía consumista.