Para los residentes de Leonia, una de Las ciudades invisibles de Calvino, la principal pasión consiste en gozar cada día de cosas nuevas y diferentes. Ciertamente, cada mañana la población se despierta entre sábanas frescas, se lava con jabones recién sacados de su envoltorio, se ponen vestidos que huelen a nuevo, extraen del refrigerador latas todavía sin abrir, y se disponen a cambiar todo su mobiliario por cosas nuevas.
Sin embargo, cada mañana, los restos de ayer esperan al camión de la basura, lo que nos lleva a preguntarnos si la auténtica pasión de los habitantes de Leonia no consiste más bien en tirar cosas. De no ser así, no se entendería por qué los basureros son acogidos como ángeles, aún cuando su tarea se rodea de un respeto silencioso, lo cual resulta comprensible, pues, una vez desechadas las cosas, nadie quiere tener que pensar más en ellas.
Aunque la población de Leonia destaca por ir a la caza de las novedades, una fortaleza de desperdicios indestructibles circunda la ciudad y la domina por todos lados. Incluso más que de los propios desperdicios, los habitantes de Leonia odiarían la idea de su indestructibilidad.
Calvino escribió ese libro en el año 1972, y hoy a nivel mundial se producen más de 2.100 millones de toneladas de desechos cada año, lo que podría llenar más de 800.000 piscinas olímpicas. Tan solo un 16% (323 millones de toneladas) de esa basura es reciclada. Estados Unidos es el país que produce más desechos por persona del mundo: tres veces más que la media global.
El mundo se ha llenado de vertederos gigantescos en los lugares más pobres del mundo como Ghana, Kenia, Senegal o Malasia, muy poco se recicla, y la inmensa mayoría del material tarda miles de años en biodegradarse, si no es que jamás llega a desaparecer como es el caso de los plásticos que tan solo se convierten en microplásticos.
Hace décadas que conocemos ese tipo de residuos, pero actualmente hay otro tipo de producción de residuos a gran escala, es la producción de residuos humanos, es decir, aquellos que o bien no son reconocidos, o bien no se les permite su permanencia en el sistema, como consecuencia inevitable de la modernización. Es un ineludible efecto secundario de la construcción del orden (el orden asigna a ciertas partes de la población existente el papel de "fuera de lugar", "no aptas" o "indeseables") y del progreso económico, incapaz de proceder sin degradar y devaluar los modos de ganarse la vida antaño efectivos y que, por consiguiente, no puede sino privar de su sustento a quienes ejercen dichas ocupaciones.
La pandemia del covid-19, ha arrasado con muchos de esos "residuos humanos", pero ¿qué va a hacer el mundo moderno y globalizado con la abrumadora cantidad que está a punto de aparecer en escena?
3 comentarios:
Buena pregunta. ¿Hay respuesta?, o mejor, ¿se le quiere dar respuesta?.
Saludos
Nuevas sepas de capitalismo...
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