martes, 22 de junio de 2021

Sedientos en medio de un mar de agua salada


Hay dos tipos de pereza, la pereza de estilo oriental que se ha llevado a la perfección en algunos lugares de India. Consiste en pasarse el día holgazaneando al sol, sin hacer nada, evitando toda clase de trabajo o actividad útil, bebiendo tazas de té, escuchando música de películas indias a todo volumen en los aparatos de radio y charlando con los amigos. La pereza occidental es muy distinta. Consiste en llenar nuestras horas, días, meses y años con actividades compulsivas a fin de que no quede tiempo para afrontar la vida.

Si contemplamos nuestra rutina veremos claramente cuántas tareas sin importancia, a las que llamamos "responsabilidades", se acumulan para llenarla. Nos decimos que queremos dedicar tiempo a las cosas importantes de la vida, pero nunca tenemos tiempo. El mero hecho de levantarnos por la mañana supone una multitud de tareas: abrir la ventana, hacer la cama, ducharse, limpiarse los dientes, dar de comer al perro o al gato, pasear al perro, fregar los platos de la noche anterior, descubrir que te has quedado sin azúcar o café, salir a comprarlo, preparar el desayuno, buscar la ropa, elegirla, plancharla, volverla a guardar, ¿Y el cabello?, ¿Y el maquillaje?. La lista es interminable. Desvalidos, vemos cómo se nos llenan los días de miradas al móvil, actualización de las redes sociales, proyectos triviales, de responsabilidades y responsabilidades… ¿O deberíamos llamarlas "irresponsabilidades"?

Parece que nuestra vida nos vive, que posee su propio impulso imprevisible, que se nos lleva; en último término, nos parece que no tenemos elección ni control sobre ella. Naturalmente, esto a veces nos hace sentir mal, tenemos pesadillas y despertamos sudorosos, preguntándonos: ¿Qué estoy haciendo de mi vida?. Pero nuestros temores sólo duran hasta la hora del desayuno; se me hace tarde, el coche, el atasco, el trabajo, la rutina y volvemos a estar donde empezamos.

El mayor logro de la cultura moderna es su brillante manera de vendernos esas "responsabilidades" y sus distracciones estériles. La sociedad moderna es una celebración de todas las cosas que alejan de la verdad, que te hacen vivir para el engaño, el "fake", lo falso, la apariencia y que inducen a la gente a dudar incluso de su existencia. Y pensar que todo esto surge de una civilización que dice amar la vida, pero en realidad la priva de todo sentido real; que habla sin cesar de "hacer feliz" a la gente, pero que -de hecho- obstruye su camino a la fuente de la auténtica alegría.

El mundo moderno se alimenta de la misma ansiedad y depresión que induce en todos nosotros y que fomenta cuidadosamente con una maquinaria de consumo, que "nos mantiene deseosos" para continuar funcionando. El mundo es muy organizado, versátil y refinado; nos asalta con su propaganda desde todos los ángulos y crea a nuestro alrededor un entorno de adicción casi inexpugnable. Cuanto más intentamos escapar, parece que más caemos en las trampas que con tanto ingenio nos tiende. Hipnotizados por una variedad infinita de distracciones, los seres humanos vagan perpetuamente errantes por un círculo vicioso. No estás estresado, no estás ansioso, no estás deprimido, estás simple y llanamente: Distraído.

Así, obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones que prometen felicidad pero sólo conducen a la desdicha, somos como personas que se arrastran por un desierto sin fin, muertas de sed, y todo lo que este caos nos ofrece para beber es un vaso de agua salada que la intensifica.


2 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

No se si me gustaría vivir en la India, por lo que he podido estudiar y conocer, mas me gustaría vivir como lo hacen los Yanomami en la Amazonia, están en sus poblados tocándose las pelotas, cuando falta comida salen a buscarla de higos a peras, cuando no tienen mujeres o quieren ampliar el cupo, guerrean con los vecinos, esto de guerrear es uno de sus jovis y entretenimientos, si no fuera porque hay muertos, sería perfecto una vida así con un paisaje que te cagas por las patas abajo.

Llevo entre prejubilado y jubilado unos cuantos años, van para 13 o 14, si te digo la verdad, si no fuera por la cantidad de gilipolleces que se escucha en la radio, televisión u otros medios de comunicación viviría como un pachá; pero, que si el posible paro de tu yerno y de tus hijas, que si los estudios de tus nietos, que si el médico, etc, etc, estás en tensión, uno se echa cargas a la espalda que no son de uno, pero es lo que hay.

No es fácil salirse del sistema y si lo haces este te expulsa y solo te espera pasar frio, mucho frio.

Saludos

naniceyahner dijo...

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