Tienen el mismo
nombre, el mismo apellido. Ocupan la misma casa y calzan los mismos zapatos.
Duermen en la misma almohada, junto a la misma mujer. Cada mañana,
el espejo les devuelve la misma cara. Pero él y él no son
la misma persona:
-Y yo, ¿qué tengo que ver?
-dice él, hablando de él, mientras se encoge de hombros.
-Yo cumplo órdenes
-dice, o dice:
-Para eso me pagan.
O dice:
-Si no lo hago yo, lo hace otro.
Que es como decir:
-Yo soy otro.
Ante el odio de la víctima, el verdugo siente estupor, y hasta una cierta sensación de injusticia: al fin y al cabo, él es un funcionario, un simple funcionario que cumple su horario y su tarea. Terminada la agotadora jornada de trabajo, el policía se lava las manos.
-Y yo, ¿qué tengo que ver?
-dice él, hablando de él, mientras se encoge de hombros.
-Yo cumplo órdenes
-dice, o dice:
-Para eso me pagan.
O dice:
-Si no lo hago yo, lo hace otro.
Que es como decir:
-Yo soy otro.
Ante el odio de la víctima, el verdugo siente estupor, y hasta una cierta sensación de injusticia: al fin y al cabo, él es un funcionario, un simple funcionario que cumple su horario y su tarea. Terminada la agotadora jornada de trabajo, el policía se lava las manos.
Los banqueros de la gran banquería del mundo, que
practican el terrorismo del dinero, pueden más que los reyes y los mariscales y
más que el propio Papa de Roma. Ellos jamás se ensucian las manos. No matan a
nadie: se limitan a aplaudir el espectáculo.
Sus funcionarios, los tecnócratas internacionales, mandan en nuestros países: ellos no son presidentes, ni
ministros, ni han sido votados en ninguna elección, pero deciden el nivel de
los salarlos y del gasto público, las inversiones y las desinversiones, los
precios, los impuestos, los intereses, los subsidios, la hora de salida del sol
y la frecuencia de las lluvias.
No se ocupan, en cambio, de las
cárceles, ni de las cámaras de tortura, ni de los campos de concentración, ni
de los centros de exterminio, aunque en esos lugares ocurren las inevitables consecuencias
de sus actos.
Los tecnócratas reivindican el
privilegio de la irresponsabilidad:
3 comentarios:
Aquí no existe la neutralidad. Loa tecnócratas son los primeros asesinos y culpables, cuando desde la Bolsa de Chicago, hacer subir el precio del trigo o el arroz, sabiendo que eso causará cientos de miles de muertos - entre ellos niños y ancianos - a cambio de más beneficio para quien no necesita dinero.
La dignidad también es una virtud que existe - como lo es la honradez - pero que muchos no utilizan. Otros, sí. No hay más que ver la actitud tan diferente que han tomado con respecto a los desahucios los policías y los bomberos.
Ambos cuerpos están en posición de oponerse o estar a favor de la misma manera; pero uno ha usado su dignidad y se pone del lado del más débil y de la justicia, y el otro sigue siendo un esbirro del poder.
Salud y saludos.
Menuda neutralidad. ¿Quién es más responsable el que ejecuta o el que paga la ejecución?
Son unos canallas ambos.
Salud y República
Nada más que añadir, salvo desearte un buen fin de semana.
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