Vivimos en el primer mundo, dentro de esas sociedades complejas que algunos llaman sociedades del conocimiento; pero estamos muy lejos de tales definiciones ya que nuestros dirigentes políticos y líderes sociales se limitan a gestionar la ignoracia de los demás.
En estas sociedades la felicidad brilla por su ausencia, no sólo porque hemos invertido casi todas nuestras energías en acumular bienes y equipos (lavavajillas, tv, coches, juguetes digitales, etc) sino porque hemos olvidado invertir en valores intangibles como el compromiso con los demás. Los científicos apuntan a tres factores como principales nutrientes de esa infelicidad que nos caracteriza:
-El ejercicio abyecto del poder político
-La disparidad entre índices de crecimiento económico y felicidad
-El miedo a las averías.
Si alguien quisiera definir el término felicidad sin temor a equivocarse podría decir que la felicidad es la ausencia de miedo. Y si alguien quisiera encontrar lo más insólito e incomprensible de la humanidad, se quedaría atónito al comprobar que dos de las cuatro invenciones más sofisticadas y de mayor impacto de la mente humana -la religión, la política, la ciencia y el arte- se han convertido en instrumentos de miedo y terror descomunales. La religión y la política han sido desde siempre los factores que más incidencia han tenido a la hora de provocar miedo a las sociedades. La ciencia y el arte, por el contrario, se han dedicado a buscar la felicidad de las personas.
Paradógicamente Estados Unidos y Reino Unido son los dos únicos paises del mundo en los que el estado no está blindado y sobreprotegido ante la ley. La revolución francesa del siglo XVIII, extrañamente, estableció las libertades políticas e individuales de los ciudadanos pero asumió el derecho del Ancien Régime. De ahí que en la gran mayoría de los paises europeos, la dictadura, como la franquista en España, se acomodara perfectamente con el régimen jurídico heredado. Al general Franco no le hizo falta modificarlo, porque el estado ya estaba y sigue estando perfectamente blindado, jurídicamente frente a los ciudadanos; hasta cuenta con sus propios abogados del Estado y sus propios tribunales. Conociendo estas cosas es más fácil entender la cómoda situación del actual presidente de gobierno junto con todos sus lacayos y por qué es tan difícil pedirle cuentas.
Un mes después de que descarrilara el tren en Santiago se publica una conversación del maquinista en la que se refleja el miedo de nuestra sociedad de las averías: "Ya sabía que esto era peligroso, que algún día nos íbamos a despistar y nos íbamos a dar". Los medios de desinformación son tremendamente eficientes a la hora de infundir miedo a la sociedad, y la sociedad se muestra increiblemente receptiva a la hora de percibir este tipo de estímulos ya que los políticos y la religión se han encargado de amoldar sus mentes para ello.
Hay estudios científicos muy bien fundamentados que demuestran que una reducción de dos tercios de los ingresos provoca un declive del índice de felicidad de sólo dos puntos en una escala de 0 a 100; pero la degradación de las libertades políticas acarrea un cataclismo en los niveles de felicidad individual idéntico al provocado por un divorcio o una grave enfermedad. Por el contrario, se ha demostrado que los índices de felicidad aumentan en función del mayor grado de participación individual de los ciudadanos en las tareas políticas; como ejemplo podemos mirar a las redes sociales y ver el entusiasmo creciente de la gente por la actividad política, mientras que hace sólo unos pocos años la gente simplemente se dedicaba a "pasar del tema".
7 comentarios:
magnífico artículo. Vivimos en una sociedad que se alimenta de miedos y nos hace crecer en el miedo. pero, como tu dices, no podemos "pasar" de las cosas porque está en juego no ya sólo nuestra felicidad sino incluso nuestro equilibrio mental. Te seguiré leyendo.
He dejado de creer que vivamos en el primer mundo y aún menos en una sociedad del conocimiento.
Un saludo
Es curioso que la disminución de los ingresos cause menos infelicidad que la disminución de libertades políticas.
Cuando yo estudiaba se nos enseñaba, en la asignatura de filosofía, que la felicidad consistía en conseguir la autorrealización y en el disfrute del placer intelectual y físico (hedonismo). Evidentemente la pérdida de libertades impide autorrealizarse.
Saludos.
Dean, puedo preguntarte de dónde has sacado eso de que la felicidad consiste en la ausencia de miedo. ¿Estás seguro? Todo el resto del artículo no me interesa, son elucubraciones sobre construcciones políticas y estadísticas probablemente falsas. Pero eso del miedo... ¿Estás seguro? Pásate por mi blog o dame tu correo. Tenemos que discutir eso un poco más a fondo. ¿Te apetece? Te dejo el enlace con mi blog: http://santiagonzalezescritor.blogspot.com.es/ Gracias por poner el dedo en la llaga. Seguiremos hablando.
Dean, te he dejado un comentario en mi blog como respuesta al tuyo. Me temo que vamos a hablar mucho a partir de ahora, de lo que me alegro a tope. Un abrazo.
Dean, ese anónimo que sale ahí, soy yo, Santiago González Sacristán. Habré tocado la tecla que no era.
Muy buen texto, Dean, coincido con esta reflexiones. Creo poco en el progreso, solamente valoro aquellos logros que han supuesto un avance en la felicidad del hombre, desde luego que descarto todo este conjunto de cachivaches tecnológicos que no hacen otra cosa que hacernos perder el tiempo, distraernos y enajenarnos. Los políticos, toda esta pandilla de mala ralea, fomentan la mandanga tecnológica que tanto les vale a las multinacionales. En cuanto al miedo he llegado a pensar que existe una multinacional del miedo que se dedica a sacar plusvalías de los miedos individuales y los fomenta.
Salud
Francesc Cornadó
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