Alicia llegó un día a un país de cuyo nombre no quiero acordarme y quedó atónita ante tanto cinismo:
La tremenda violencia de
ciudadanos que se acercan a un político corrupto para reclamarle a gritos lo que es su deber, una terrible coacción a la libertad del político y
de su familia. Por contra, cuánta paz encierra la decisión del ministro de justicia de negar a la madre que haga lo que crea conveniente con
su vientre, de obligarla a convivir —ya sea un día o
30 años— con un ser no querido, haya nacido o no con tal o cual
enfermedad. ¿Esos religiosos que tanto presumen de amar y respetar al
prójimo, por qué obligan a
tener que aceptar sus creencias sobre algo tan alejado de las
competencias de las religiones como es la biología?
Y ¿qué tal los gurús de las finanzas que
inventan productos financieros para que los bancos
que les pagan puedan engañar más y mejor a sus
usuarios? Pero la culpa es del incauto
endeudado que se pringó de por vida, y no del delincuente que vendía basura disfrazada. La culpa es de esos tontos que ahora andan rebuscando yogures caducados en los contenedores de basura, mientras los magos de las finanzas siguen dirigiendo el cotarro; son culpables por haberse dejado engañar por encima de sus posibilidades.
Ni que decir de los jubilados, esos insensatos que no se solidarizan con el sistema financiero al no dejar que les bajen sus pensiones. En cambio las grandes fortunas ni tocarlas; una tasa a
las operaciones financieras, ni que estuviéramos locos; una décima de más en las Sicav, imposible; un mayor
control fiscal a las grandes fortunas, sería una hecatombe; los empresarios textiles tendrían que cerrar sus maravillosos talleres de Bangladesh.
El humilde gobernador del banco de España gana unos doce mil euros al mes; por eso es el más adecuado para decir que se debe suprimir el salario mínimo y que la mejor manera de salir de esta crisis es mediante la esclavitud salarial. Punto, nada más que añadir.
Alicia se asombra de que sea mucho peor
denunciar el crimen que cometerlo. De que no se persiga a todos esos trabajadores y pequeños empresarios que tienen grandes cuentas en paraisos fiscales. De que ahora se busque a toda costa hacer desaparecer la edad de jubilación, cuando lo más fácil sería decir abiertamente que se espera que los viejos terminen sus días partiéndose el lomo para mantener el sistema, maravilloso sistema.
4 comentarios:
Nadie ve la viga en el ojo propio pero si la aguja en el ajeno, si aparte de estar ciegos, son unos desvergonzados la enfermedad se incrementa.
Un abrazo.
Como de costumbre, tu artículo no tiene desperdicio. Alucinada me quedé el otro día cuando el del Banco de España dijo que había mucha gente deseando cobrar por debajo el salario mínimo. Yo no sé que se ha fumado esta gente para decir tantas tonterías, pero aún me espanta más el silencio de algunos corderos. Comparto en face.
La mayor mentira es esa frase con la que quieren involucrarte y que muchos aceptan: "Todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", cuando son ellos los que han vivido por encima de nuestras posibilidades.
Salud y República
De lo que más debería de asombrarse Alicia, es de que el pueblo de ese país, siga sin hacer nada contra tanta injusticia y permita que se mantengan en el poder los culpables.
Y eso para vergüenza de ese país.
Saludos.
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