viernes, 20 de octubre de 2023

El homo laboris

La sociedad actual es ciega para el descanso y el ocio. En vista del  «rendimiento incrementado», el mundo se torna un lugar de producción y trabajo interminable. Hoy nada domina de una forma tan clara la vida de las personas que el imperativo de trabajar.

El trabajo se establece como el objetivo fundamental de la vida. De este modo, vivir es vivir para trabajar. El trabajo absorbe la existencia llevándola hacia la hiperactividad y el desasosiego, eliminando totalmente aquella “capacidad contemplativa” que posibilita el pensamiento.

Hoy, el trabajo ocupa buena parte de la vida de las personas. La cotidianeidad es el trabajo. El día a día es un ir y venir del trabajo. Este vaivén, que se define por la aceleración y la prisa, adiestra al hombre a no demorarse ( durar en las cosas). Esto es, el tiempo del trabajo provoca aversión a la demora, a «lo que dura» o «se dilata» en el tiempo.

La totalización del «tiempo de trabajo» significa que los espacios de «silencio» e «inactividad» se disuelven. Es peligroso para la racionalidad humana el imperativo del trabajo absoluto. Hoy, el tiempo, no es el tiempo del pensamiento y la razón sino del trabajo y las prisas.

La sociedad del cansancio toma al tiempo mismo como rehén. Lo encadena al trabajo y lo transforma en tiempo de trabajo […] Hoy no tenemos mas tiempo que el del trabajo. El tiempo de trabajo se ha totalizado como único tiempo.

La hiperactividad del trabajo aniquila el silencio y la quietud. Es el envés del pensamiento.  Según Byung Chul Han, el pensamiento no solo «esta necesitado de silencio» sino de demora, reposo, inactividad. Es mas, el pensamiento se realiza como producto de la inactividad. Sin inactividad no es posible el pensamiento.

El pensamiento es hijo de la inactividad y la contemplación, es lo opuesto al trabajo que se basa en la actividad y el movimiento. De aquí que la histeria por el trabajo signifique el fin de la producción de pensamiento. El tiempo del trabajo esta revestido de prisas, inmediatez, aceleración, aquellas figuras se sustraen de la esencia del pensamiento. En palabras de Han:

Las inactividades requieren mucho tiempo. Exigen un largo rato, una intensa pausa contemplativa […] No tenemos acceso a la realidad que se revela a una atención.

La «inactividad contemplativa» se opone diametralmente a la hiperactividad del trabajo. El silencio del pensamiento desdeña al ruido del trabajo. Hoy, en virtud de la necesidad de la supervivencia económica, el trabajo se sitúa por encima del pensamiento haciendo que este se atrofie.

En consecuencia, la necesidad de supervivencia, con la que esta relacionado directamente el trabajo, nos priva de pensar. El pensamiento no encuentra sitio en el trabajo. El imperativo de la producción sin pausa, que asegurariía una supervivencia economica, sepulta la capacidad de pensar.

De este modo, la omnipresencia del trabajo se realiza como degradación del pensamiento. No hay tiempo para pensar, hoy todo debe redirigir hacia la supervivencia, esto es, hacia la producción, la hiperactividad y el ruido. La pausa, el reposo, la demora, la contemplación y la inactividad se vuelven instancias anacrónicas a la época actual.


En función de la hiperactividad y el desasosiego el «homo sapiens» decae en «homo laborans» que somete todas las actividades humanas al trabajo. Asi es como el pensamiento cede al trabajo y la contemplación llega a su fin. 

Byung Chul, Han

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