miércoles, 24 de diciembre de 2014

Amor, lo estás haciendo mal...

 


¿Qué es el amor? Es un término difícil de definir en tanto que tiene una amplia aplicación. Puedo amar el correr. Puedo amar un libro, una película. Puedo amar los escalopes. Puedo amar a mi esposa. Pero existe una gran diferencia entre un escalope y mi esposa, por ejemplo.

Es decir, si valoro el escalope, éste, por su parte, no me valorará recíprocamente. Mientras que mi esposa me llama la estrella de su vida. Es que solo otra persona que desea me puede concebir como un ser deseable. Lo sé, por eso el amor se puede definir de una manera más precisa como el deseo de ser deseado. De ahí el problema eterno del amor: ¿cómo llegar a ser y seguir siendo deseable? 

El individuo suele encontrar una respuesta a este problema sometiendo su vida a las normas de la comunidad. Hay un papel específico que desempeñar según el sexo, la edad, el estatus social, y solo hay que interpretar ese papel para ser valorado y amado por toda la comunidad. Piensen en la mujer joven que debe permanecer casta hasta el matrimonio. Piensen en el hijo más joven que debe obedecer al mayor, quien a su vez debe obedecer al patriarca. 

Pero hay un fenómeno que comenzó en el siglo XIII, sobre todo en el Renacimiento, en occidente, y que causó la mayor crisis de identidad en la historia de la humanidad. Este fenómeno es la modernidad. Básicamente podemos resumirla como un proceso triple: 

Primero, un proceso de racionalización de la investigación científica, que ha acelerado el progreso técnico. A continuación, un proceso de democratización política, que ha fomentado los derechos individuales. Finalmente, un proceso de racionalización de la producción económica y de la liberalización del comercio. Estos tres procesos entrelazados han aniquilado completamente todos los aspectos tradicionales de las sociedades occidentales, con consecuencias radicales para el individuo. 

Ahora los individuos son libres de valorar o depreciar cualquier actitud, elección u objeto. Pero como resultado, se enfrentan con la misma libertad que los demás tienen para valorar o depreciar. En otras palabras, mi valor fue alguna vez asegurado al someterme a las autoridades tradicionales. Ahora se cotiza en la bolsa de valores. En el mercado libre de los deseos individuales, yo negocio mi valor cada día. De ahí la angustia del hombre contemporáneo.  

Está obsesionado: "¿Soy deseable? ¿Cuán deseable? ¿Cuántas personas me amarán?" Y ¿cómo responde él a esta ansiedad? Bueno, recolectando histéricamente símbolos de deseo. Yo llamo a este acto de recolectar, junto con otros, el capital de la seducción. 

De hecho, nuestra sociedad de consumo se basa en gran parte en el capital de la seducción. Se dice de este consumo que nuestra época es materialista. ¡Pero no es cierto! Nosotros solo acumulamos objetos con el fin de comunicarnos con otras mentes. Lo hacemos para que nos amen, para seducirlas. Nada puede ser menos materialista, o más sentimental, que un adolescente comprándose jeans nuevos y rompiéndolos en las rodillas, porque quiere complacer a Jennifer. El consumismo no es materialismo. Es más bien lo que se tragó y sacrificó en el nombre del dios del amor o mejor dicho, en el nombre del capital de la seducción.  

A la luz de esta observación sobre el amor contemporáneo, ¿qué podemos pensar del amor en los años por venir? Podemos imaginar dos hipótesis: La primera de ellas consiste en apostar que este proceso de capitalización narcisista se intensificará. Es difícil decir qué forma tomará esta intensificación, ya que depende en gran medida de las innovaciones sociales y técnicas, que son, por definición, difíciles de predecir. Pero podemos, por ejemplo, imaginar un sitio web de citas que, un poco como los programas de puntos de lealtad, utiliza puntos de capital de seducción que varían de acuerdo a mi edad, mi relación altura/peso, mi título, mi salario o el número de clics en mi perfil. También podemos imaginar un tratamiento químico para las rupturas que debilite los sentimientos de apego. 

Por cierto, ya hay un programa en MTV en el que maestros de la seducción tratan el dolor del corazón como una enfermedad. Estos maestros se llaman a sí mismos "pick-up artists". "Artist" es fácil, significa "artista". "Pick-up" es recoger a alguien, pero no a cualquiera, es recoger chicas. Por lo que son artistas en recoger chicas. Y llaman al dolor de corazón "one-itis". En Inglés, "itis" es un sufijo que significa infección. One-itis se puede traducir como "infección de uno". Es un poco desagradable. De hecho, para los artistas pick-up, enamorarse de alguien es una pérdida de tiempo, es malgastar su capital de seducción, por lo que debe ser eliminado como una enfermedad, como una infección. También podemos imaginar un uso romántico del genoma. Todo el mundo lo llevaría a todas partes y lo presentaría como una tarjeta de visita para verificar si la seducción puede progresar hacia la reproducción.  

Por supuesto, esta carrera por la seducción, como toda competencia feroz, creará enormes disparidades en la satisfacción narcisista y por lo tanto también una gran cantidad de soledad y frustración. Así que podemos esperar que la propia modernidad, que es el origen del capital de seducción, se ponga en sintonía. Estoy pensando sobre todo en la reacción de las comunas neofascistas o religiosas.  

Pero ese futuro no tiene que existir. Otro camino para pensar en el amor puede ser posible. Pero, ¿cómo? ¿Cómo renunciar a la necesidad histérica de ser valorado? Bueno, al tomar conciencia de mi inutilidad. Si, Soy inútil. Pero puedes estar seguro: Tu también.  

Todos somos inútiles. Esta inutilidad se demuestra fácilmente, ya que para poder ser valorado necesito que otro me desee, entonces esto demuestra que no tengo ningún valor propio. Yo no tengo ningún valor intrínseco. Todos nosotros pretendemos tener un ídolo; todos pretendemos ser un ídolo para otra persona, pero en realidad todos somos unos impostores, un poco como alguien en la calle que aparenta ser indiferente y dueño de sí, porque en realidad ha anticipado y calculado que todos los ojos estarán puestos en él.  

Creo que al tomar conciencia de esta impostura general, que nos concierne a todos, se aliviarían nuestras relaciones amorosas. Esto es porque quiero ser amado desde la cabeza a los pies, justificando en cada elección, que existe la histeria en la seducción. Por tanto, quiero parecer perfecto para que otro me pueda amar. Quiero que ellos sean perfectos de modo que yo pueda estar seguro de mi valor. Esto lleva a las parejas -obsesionadas con el rendimiento- a romper, así como así, a la menor muestra de bajo rendimiento. 

En contraste con esta actitud, hago un llamado a la ternura, al amor tierno. ¿Qué es la ternura? Ser tierno es aceptar las debilidades del ser amado. No se trata de convertirse en un aburrido par de sometidos. Eso es muy malo. Por el contrario, hay una cantidad de encanto y felicidad en la ternura. Hablo específicamente del tipo de humor que es, por desgracia, mal utilizado. Es una especie de poesía de la torpeza deliberada. Me refiero a la burla de uno mismo. Para una pareja que ya no se sostiene, - apoyada por las restricciones de la tradición-, creo que burlarse de uno mismo es uno de los mejores medios para que la relación perdure.

 



4 comentarios:

amparo puig dijo...

No tenemos un valor intrínseco, es cierto; Lo que valemos depende de cómo nos valoren los demás. Pasa lo mismo con el oro. Si saliéramos a la calle y cada pedrusco fuera de oro, el oro ya no tendría valor, probablemente ni siquiera nos gustaría.
Y en cuanto a la ternura, me quedo con ella, totalmente. Es un sentimiento enorme que a veces se confunde con sentimentalismo y ñoñería, pero que no tiene nada que ver. Muy interesante esta entrada.

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Uff!!, con media copita de mas no me atrevo a profundizar, solo tengo buenos deseos.

Emilio Manuel dijo...

Tras conocer quien es el personaje y la organización no gubernamental que representa, me quedo con su última frase, "burlarse de uno mismo es uno de los mejores medios para que la relación perdure".

Saludos

Pilar Abalorios dijo...

Lo estamos haciendo mal, seguro. Pero seguimos aquí, tratando de aprender porque nada nos importa más que ser queridos, y cuando lo conseguimos somos capaces de todo, hasta de iluminar con una sonrisa las noches más tristes.

Felices Fiestas

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