jueves, 16 de agosto de 2012

Es hora de matar la vaca

El gran problema de la política en el mundo subdesarrollado (o sea los paises que no están en la élite del desarrollo y sus estados no funcionan como deberían funcionar) es que la gente cree que la política es cuestión de los políticos y por eso ni quieren enterarse de nada, ni quieren tomar opción por nada, y tampoco quieren comprometerse con nada. Se escudan en simples frases como: Todos los políticos son iguales; esto siempre ha sido así y no hay quien lo cambie; da igual votar por uno o por otro si de todas formas el que sube al poder lo hace sólo para robarnos.

 

Con estas actitudes la gente no se entera de que hay estado y al mismo tiempo no hay estado. Hay democracia y al mismo tiempo no hay democracia. Hay libertad y al mismo tiempo esclavitud. Hay justicia y al mismo tiempo grandes injusticias. Hay libertad de religiones y al mismo tiempo el estado favorece a un grupo en particular. Se cree que el país es independiente en tanto que los gobernantes se postran a los pies de vecinos poderosos.


Hay estado para cobrar impuestos y para que los antidisturbios machaquen a los pocos que no son políticos pero entienden que la política les incumbe. Y no hay estado para los servicios que requiere la sociedad como la educación, la salud, o la protección de los marginados por el sistema. Hay democracia cada cuatro años cuando se atiborra de publicidad política pagada a todo el pueblo para que vaya a las urnas a depositar un papel que da legitimidad al corrupto de turno. Y no hay democracia el resto del tiempo porque a diario se dictan leyes y reformas en un congreso que no se toma la molestia de consultar a los ciudadanos si está o no de acuerdo con dichas medidas. Hay libertad cuando se permite a los banqueros y empresarios firmar contratos que funcionan como los casinos de Las Vegas (ellos siempre son los que ganan). Y hay esclavitud cuando los medios de comunicación al servicio de esos banqueros y empresarios provocan el endeudamiento de las familias hasta el extremo de hipotecar a varias generaciones de un sólo golpe. Hay justicia cuando los abogados de un famoso convencen al jurado de la inocencia de tan ilustre ciudadano. Y hay tremendas injusticias cada vez que se desahucian familias, o se criminaliza a algun defensor del pueblo llano.


Una cosa son los políticos, personas que dedican la mayor parte de su tiempo -supuestamente- a la búsqueda del bien ciudadano, y otra cosa es la política. La política es cosa de todos, de hecho, el mismo Aristóteles definía al ser humano como un animal político. Por eso debemos tener claro nuestro papel y entender que el estado es una entidad natural, un instrumento al servicio del hombre. Los políticos no son el estado y aunque quizás han conseguido apoderarse de sus instituciones para su beneficio particular, el pueblo siempre está en condiciones de reclamar lo que por naturaleza le pertenece y modificar o crear nuevas leyes para que ello sea posible. Es la hora de abadonar ese hay y no hay, ese conformismo, esa mediocridad.  Una historia muy conocida es la del maestro que llevó al alumno a una granja muy pobre donde todos vivían de lo poco que obtenían de su vaca. Sorpresivamente el maestro mató a la vaca y se fue con el alumno, quien quedó acongojado y perplejo por  su acción. Para sorpresa general, al año ambos regresaron. En la granja se respiraba prosperidad. La vaca había sido la excusa con la que justificaban su fracaso, no hacían nada y se conformaban con su situación. Lo típico de la mediocridad es que siempre tiene aliados, pero nada cambia por la excusa, la realidad permanece igual. La vaca -y no el toro- es nuestro símbolo nacional. Cada uno de nosotros tiene una buena excusa para no hacer nada y permitir que las cosas sigan como están. Es hora de matar las vaca.



1 comentario:

RGAlmazán dijo...

Sí, tenemos que matar esa vaca, aunque sea a mordiscos.

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