martes, 8 de febrero de 2011

El chico que atrapó el viento

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William Kamkwamba creció en un pueblo de Malawi, en el sureste de África. No pudo asistir a la escuela porque sus padres no podían pagar la matrícula de $ 80 por año. De vez en cuando, se colaba en las clases para aprender matemáticas e inglés, pero no pasó mucho tiempo hasta que los maestros descubrieron su presencia y lo echaron.
 
Sin dejarse intimidar por la pobreza o las hambrunas que afectaban a su país, William aprendió por sí mismo mediante el estudio de los libros en la biblioteca de una escuela primaria de su pueblo. En 2002, cuando tenía 14 años de edad, se topó con un libro de ciencias para estudiantes de primaria de nombre Uso de la Energía.  William dice que encontrar ese libro fue el detonante que cambió el curso de su vida.

Por momentos se le hacía difícil la lectura del libro, pero él estudió minuciosamente sus diagramas para motores y generadores, y, finalmente, se le ocurrió la idea de construir una turbina eólica de generación de electricidad. Su aldea no tiene electricidad (de hecho, sólo el 2% de Malawi recibe servicio de energía eléctrica, y el servicio es muy irregular), y soñaba con ser capaz de leer por la noche en su casa.

William se puso a recoger las piezas de una turbina de viento que estaban mezcladas con montones de basura y depósitos de chatarra.  Él usó unas tuberías viejas de plástico, una bicicleta rota, un ventilador de tractor, palos y pedazos de alambre, y soldó los componentes eléctricos  con un trozo de alambre calentado en una fogata rudimentaria.
 
William ató su generador a una torre de 5 metros elaborada a partir de ramas de árboles. Sus paisanos se burlaban de él, pero cuando las aspas de la turbina comenzaron a girar, y la bombilla pequeña que había conectado a los cables de salida comenzó a brillar, enmudecieron de asombro.  William pronto instaló cuatro focos en su casa, y construyó un interruptor para el circuito eléctrico y mantener así el techo  de paja de su casa, a salvo del fuego.
 
Mientras el chico estaba perfeccionando el sistema de energía para su hogar fué descubierto por unos periodistas que visitaban el pueblo. La noticia dio la vuelta por África y el resto del mundo, hasta que llegó a ser conocido como "El chico que atrapó el viento."  Ha ido en una gira de conferencias internacionales, y a la edad de 19 años se ha matriculado en una universidad del sur de África.
 
Hoy en día, el impacto duradero de su obra ya se puede sentir. Él se ha comprometido a mejorar las vidas de sus hermanos africanos a través del uso innovador de la tecnología sostenible, y está liderando un proyecto para reconstruir su escuela primaria en Malawi. Más información y el libro aquí.



13 comentarios:

Una dijo...

¿por qué no te conocía?

el relato me parece fascinante, de esos que te alegran el día y te motivan a quererte superar.

Juan Navarro dijo...

Esto me recuerda otra historia. La de Mouss Ag Assarid, un hombre azul del desierto. Un participante en la carrera de París-Dakar arrojó el libro de El Principito y lo recogió este muchacho que no sabía leer ni escribir. Aprendió para entender ese libro que el destino le había entregado y viajó para conocer el país de Saint-Exupèry. En en el fondo de las dos historias hay una lección común, que tiene que ver con África, la sabiduría escondida de África, nuestra ignorancia, nuestra prepotencia. Habría que mirar a África. Este muchacho de mi historia escribió un libro: En el desierto no hay atascos. Y también organizó una fundación para enseñar a leer y escribir a los muchachos azules del desierto africano.

Lakacerola dijo...

Eso si que es triste, alguien que quiere estudiar y no puede por culpa como siempre del dinero.
Un abrazo, perdón por no pasar, no tengo tiempo últimamente, me desbordan muchas cosas.

RGAlmazán dijo...

Increible y emocionante. Un tipo genial y solidario. Ojalá que haya muchos así, África los necesita.
Mientras en el Primer Mundo, derrochamos energía por doquier. ¡Qué terrible desequilibrio!
Hoy, de querer los poderosos --empezando por los propios gobiernos africanos-- se podrían instalar pequeñas fuentes de energia solar y eólica que dieran luz a gran parte de los que no la conocen. Pero...

Salud y República

Ciberculturalia dijo...

Una historia ejemplar y magnífica.
Un ejemplo de voluntad y tesón
Un beso

Blanca Miosi dijo...

Dean, estuve un tiempo alejada de Internet, pero he regresado. ¡Ah! también hubo veces en las que quise entrar a tu blog y me fue imposible.

Hoy vengo y encuentro esta historia fascinante, casi irreal, de un pobre chico al que ¡los maestros lo botaban de su clase! ¿Qué sentirán ahora cuando lo ven como ejemplo?

Te agradezco la visita, amigo,
Un abrazo,
Blanca

Anónimo dijo...

Esperanzador, gracias por compartirlo, Dean... muchos saludos! :)

belijerez dijo...

El capital acabará aprovechandose de sus habilidades, seguro!!!!

soy beatriz dijo...

Esta historia es emocionante, porque resalta la voluntad y la esperanza. El esfuerzo, la dedicación y la autoestima en medio de un ambiente totalmente hostil.

Un ejemplo a seguir, sin lugar a duda.
Gracias por hacernos conocer estas cosas, que generalmente quedan ocultas.

Un abrazote Dean!!!

Dirty Clothes dijo...

A ver cuánto tardan en adaptar su vida al cine, porque la verdad es una historia de película... Si es que hay gente que parece de otro mundo, si todos luchásemos por lo que queremos como este chico, nos iría muy distinto...

dirty saludos¡¡¡¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Un magnífico ejemplo de tesón y de capacidad de enfrentarse a la adversidad. La verdad es que es una historia de estas que te alegran la mañana :)

Un saludo.

Cheli dijo...

Impresionante!
Una muestra de como la voluntad es el motor fundamental para todo, como otros que tienen oportunidades, no hacen nada, y en este caso, sin nada, por su voluntad, logro tanto.
Un ejemplo.
Saludos.

VerboRhea dijo...

Desde luego, las ganas, el interés y, por supuesto, una inteligencia prodigiosa pueden con todo. Un ejemplo para ver a África con otros ojos: los de la humildad y la superación.

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